Seguro que has oído hablar de las famosas criptomonedas, un tipo de moneda digital que se ha popularizado en muy pocos años. Su característica principal es que ni se encuentra vinculada a la autoridad de un banco central, ni es regulada por un gobierno gubernamental. De todas estas divisas virtuales, la más conocida en todo el mundo es el Bitcoin, creada en 2008 por el japonés Satoshi Nakamoto, aunque hay muchas otras en circulación.
Aunque las criptomonedas sean unidades de pago no materiales, llegan a tener un importante impacto en el mundo real y, por lo tanto, sobre el Medio Ambiente. La minería de criptomonedas es una actividad que realiza un enorme gasto de recursos energéticos. Se estima que, a nivel mundial, estas minas son capaces de consumir más de 120 TWh al año, una cifra que se acerca o iguala el consumo eléctrico de países como Argentina o Suiza.
Si entramos aún más en materia, podemos darnos cuenta de que la minería también es responsable de la generación de RAEE. Según un estudio publicado en la revista Resources, Conservation and Reycling, la producción de criptomonedas deja tras de sí cada año más de 30.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos, el equivalente a lo que podría cuantificar un país pequeño.
Para hacer el proceso de minado, una serie de potentes ordenadores resuelven complejos cálculos matemáticos, en una red conocida como ‘blockchain’, a cambio de criptomonedas. Cuanto más operaciones sean capaces de realizar, más divisas generarán para su propietario. Para ello, estos aparatos han de permanecer conectados y funcionando durante mucho tiempo. Prácticamente todas las horas del día.
Esto deriva que los equipos informáticos acaben estropeados por su uso prolongado. La vida útil de los ordenadores de minado no alcanza el año y medio. Después de usarse para obtener criptomonedas, estos dispositivos quedan inservibles. Al estar diseñados solo para estas tareas, al dejar de funcionar o quedar obsoletos, se desechan. La constante necesidad de renovar los equipos implica que sea necesario extraer recursos naturales para la producción de nuevos componentes.
Si añadimos que estos equipos informáticos no suelen reciclarse, nos encontramos que suelen acabar sus días desechados en vertederos. También se debe tomar en cuenta que algunos de los valiosos metales que poseen, como el cobre, el aluminio o el oro, se pierden y quedan sin poder ser aprovechados.
Se estima que, con el aumento del valor de estas divisas, y de las operaciones que estas implican, será necesario contar con más ordenadores para el minado y, por lo tanto, se doblará la cantidad de RAEE en muy poco tiempo.
Por otra parte, una única transacción, el envío de criptomonedas entre dos usuarios, es capaz de ocasionar más de 270 gramos de basura electrónica. El mismo peso que puede tener un smartphone o una pequeña tablet. Sabiendo que cada día se realizan miles de intercambios por todo el globo, los números se disparan hasta cifras preocupantes.
Aunque existen voces que alertan de este problema global, y los peligrosos efectos que el mercado de criptomonedas acarrea para el planeta, cambiar este sistema es una tarea complicada. Sin embargo, hay quienes están apostando por rehacer y reestructurar los procesos actuales, aplicando alternativas sostenibles y fuentes de energía renovables con la que mitigar o reducir el impacto de la creación de criptomonedas.
Desde RAEE Andalucía recordamos la necesidad de reciclar correctamente cualquier tipo de aparato informático. Algunos de los materiales con los que están fabricados son altamente contaminantes si entran en contacto con el suelo o el agua. Además, podremos contribuir a fomentar la economía circular y la fabricación de nuevos aparatos sin necesidad de extraer materias primas finitas.